Ha llegado el solsticio de verano. El sol ha alcanzado su
mayor altura; la noche, su tiempo más corto. Es tradición en España y en otros
países del hemisferio Norte celebrarlo; son tradiciones que provienen de largo
y las fiestas que fluyen a su alrededor suelen simbolizar el poder del sol y la
renovación de su energía. Las antorchas, las hogueras, saltar alrededor del
fuego tenían y tienen el propósito de purificación e incluso, y yendo más allá,
la de resguardarnos de la influencia del demonio, además de proteger al
mismísimo sol. También es el momento de quemar en las hogueras lo dañino, lo
negativo y pedir deseos a hadas y duendes, suponiendo estos días el momento más
favorable para la adivinación y recogida de hierbas ya que, según se cuenta, en
estas circunstancias resultan más poderosas. Por otro lado, las numerosas
leyendas fantásticas que corren sobre estas fechas coinciden al argumentar que
es un momento en el que se abren de par en par las invisibles puertas del “otro
lado del espejo”, conduciéndonos a innumerables rituales, ensalmos y aventuras
inéditas, además de permitir introducirnos al conocimiento del futuro y las
dimensiones mágicas de la realidad.
Aparquemos, dejemos a un lado nuestras frustraciones,
nuestros problemas, nuestra crisis; “quememos” en esa hoguera mágica todo lo
malo y miremos hacia delante con un propósito firme, con resolución. Con la
certeza de que, pasando por esta vida una sola vez, debemos hacer todo lo
posible por ser felices y hacer felices a los que nos rodean. Encararnos con
los malos tiempos y mirar al futuro con ilusión y renovación; buscar
alternativas intentando que sea el principio de un nuevo mundo, no sé si mejor
o peor, pero desde luego diferente al que hemos vivido hasta ahora.
Feliz verano a todos
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