viernes, 15 de marzo de 2013

Padre no hay más que uno (o eso dicen)



Todavía recuerdo las manualidades que en el día del padre nos obligaban a realizar en el colegio. Algunas llevaban un trabajo endiablado, otras, sin embargo, por su sencillez, eran las más socorridas a la hora de obtener una buena nota. Desde las típicas postales con un corazón y un texto que decía “te quiero papá”, con una letruja enorme e incomprensible, hasta los portalápices hechos con pinzas de colgar la ropa (barnizadas y todo), pasando por un llavero enorme confeccionado con madera y recubierto con fieltro en el que se incrustaba la inicial de nuestro padre. Y es que padre no hay más que uno (o eso dicen), aunque como el producto que todo lo repara los (nos) convertimos en 4 en 1. 1. El superhombre, cuando somos infantes; el que es capaz de las más arriesgadas aventuras; el héroe que nos salvará de brujas y dragones que acechan en nuestra habitación por las noches. 2. El supercontrolador, cuando somos adolescentes; el que es capaz de echar por tierra todos nuestros planes; el que nos fustiga verbalmente diciendo “esto se hace así porque lo digo yo y que sepas que es por tu bien”. 3. El super”out”, (el que está “fuera de juego”), cuando comenzamos nuestra edad adulta; el que compromete nuestra libertad, el inquisidor de nuestras vidas; el que no comprende nuestras decisiones.  4. Y por último el superabuelo, con el que nos reconciliamos, el que nos aconseja sabiamente, entre otras cosas porque es el que se ocupa de nuestros hijos. Y el círculo se vuelve a completar. El ser humano es terriblemente previsible y generación tras generación se cumplen los cánones anteriores. “Habemus papam” o, en este caso, “Habemus Papá”. De cualquier forma un padre siempre es un padre, y la sangre tira, y mucho. Al final siempre acabamos comprendiendo que el amor de un padre es incondicional y la responsabilidad con sus hijos los sitúa en un plano fuera de toda duda.

Tengo dos hijos (y también un padre) e independientemente de lo que piensen de mí, el compromiso que tengo con ellos alcanza cotas inimaginables. No sé si como padre he cumplido (o cumplo) sus expectativas, pero lo que tengo absolutamente claro es que estaré a su lado en cualquier situación en la que me necesiten.

A partir de ahí, todo se sitúa en un plano relativo. Los regalos, los detalles, vendrían a ser como una liga de segunda división; aunque a todos nos gusta, por supuesto, que nos homenajeen con algún obsequio. Pero para ser sinceros, un abrazo o un beso sentido es el mejor regalo que puede recibir un padre.

Feliz día del padre.