El mes de agosto es casi por definición la
fecha del año en la que mayoritariamente se cogen las vacaciones o por lo menos
una parte importante de ellas. Y esto no es de ahora. Hace algunos años no se
concebía otro mes para disfrutar de unos días de asueto. Claro está, los que
podían, ya que la gran mayoría aprovechaba los días de descanso o bien para
irse a su famoso pueblo (los que lo tenían) o bien para achicharrase a la
solanera de las ciudades, sólo calmado por el relativo frescor del agua de las
piscinas abarrotadas de gente; ya que, seamos sinceros, eso del aire
acondicionado es un invento relativamente reciente y en sus comienzos desde
luego no al alcance de todo el mundo que lo sustituían por nuestro peculiar y
virtuoso abanico. Los afortunados que tenían pueblo regresaban a él con la
ilusión de encontrarse con sus antiguos amigos (un año más mayores, todo hay
que decirlo), con los compañeros de mus o dominó, con aquel romance que dejaron
a medias el año anterior y con la certeza de que por lo menos podrían chapotear
a sus anchas en el río o pantano que todo pueblo “digno de mención” tiene.
Hoy las cosas han cambiado. “¿Han cambiado?”.
Bueno, hasta hace algo más de dos años aproximadamente sí. Pasamos de creernos
los reyes del Mambo por tener pueblo a donde ir a considerarlo poco snob, algo
palurdo; por decirlo de una forma más “in”, demasiado rústico. Nos lanzamos a
la aventura de descubrir los países de nuestro entorno que pronto se nos
quedaron pequeños y cual osados descubridores nos atrevimos a cruzar el
Atlántico, el Índico, el Pacífico y llegamos incluso, de nuevo, a la Tierra del
Fuego. Volvíamos cargados de regalos, una ristra sinfín de fotografías y lo que
es más importante, llenos de anécdotas que suponíamos serían la envidia de
nuestros congéneres.
Pero he aquí que esta perversa crisis que nos
azota ha hecho replantearnos muchas de las cuestiones a las que antes apenas
dábamos importancia. Hemos “descubierto” que hay ropa que se puede arreglar en
vez de comprarla de nuevo; que el “hágaselo vd. mismo” resulta hasta divertido,
como pintar la casa, recomponer un juguete roto, ser unos “manitas” con el
equipo de música estropeado e incluso proclamar a los cuatro vientos que no hay
enchufe que se nos resista. Y cómo no, ese pueblo que nos resultaba
excesivamente rústico ahora es la “villa más idílica, bucólica y paradisíaca del
globo terráqueo”. Y eso está muy bien; en realidad hemos vuelto a redescubrir
las cosas y los lugares. Es posible que nos hubiésemos situado a dos palmos del
suelo y como buenos humanos llegar a desdeñar lo más cercano, lo más natural,
lo llano, lo evidente.
Las crisis son cíclicas, es cierto que en la que estamos
es excesivamente profunda y que una gran parte de culpa venga provocada por
esos bancos a los que les hemos dado de comer y ahora nos muerden la mano. Pero
intentemos ver lo positivo dentro de lo negativo. La vida continúa y nosotros
continuamos con ella. Si es cierto el dicho “la vida son dos días”, ¿Por qué no
seguir disfrutando de esos pequeños placeres que nos ofrece?.
Desde La Chinata Retiro queremos reiteraros
nuestro agradecimiento y la confianza que nos habéis demostrado desde que
abrimos nuestra tienda.