El hecho de que parezca que no acaba nunca de romperse el cordón umbilical de las madres con los hijos, independientemente de la edad que tengan estos últimos, siempre me ha resultado llamativo. Los padres (hablo de la figura paterna), parece que no acabamos de tener esa conexión. Por muy aceptablemente bien que nos podamos llevar con ellos, por mucho “feeling” que establezcamos, por mucha “amistad” que disfrutemos, no gozamos de esa complicidad indeleble que mantienen los hijos con las madres.
Podríamos
pensar que se trata de que vosotras habéis atesorado a ese pequeño ser durante
9 meses en vuestro vientre. Pero, y cambiando un poco de tercio, esa misma
relación se establece también entre madres adoptivas o madres de acogimiento,
cuestión, por otro lado, que me parece el máximo de generosidad y dedicación.
Así pues, no me inclino por que sea ese el razonamiento; tiene que haber algo
más; algo que se escapa de nuestro entendimiento. Algo que os une a nosotros
con una fuerza sobrehumana. Quiero imaginar que se trata de una palabra muy
sencilla pero en ocasiones difícil de pronunciar: Amor (según la RAE: Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia
insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser). Pero no tal
cual, si no el verdadero amor.
Madre, mamá,
corazón, reina…cuántos apelativos recibís y cuánto esfuerzo dedicáis para
hacernos felices. Sois capaces de “estirar” el tiempo cuando se trata de cuidarnos,
mimarnos, ayudarnos, enseñarnos, regañarnos, agradarnos. Por eso, y aunque
parezca un tópico, tenéis un día dedicado exclusivamente para vosotras (el día
de la Madre) aunque en realidad deberían extenderse a los 364 restantes del
año, ya que, da igual la edad que tengamos, para vosotras, siempre seremos
vuestros “niños”.
Desde aquí
recibid mi más cordial y tierna felicitación. Disfrutad de vuestro día, aunque
en muchas ocasiones no sepamos demostraros nuestro agradecimiento.