jueves, 9 de mayo de 2013

Carta a mi sobrina María



Todavía hoy recuerdo tu nacimiento. Apenas pesabas 600 gr. La mano de un adulto podría haber servido perfectamente como sustituto de una cuna; así de pequeña eras. 

Hoy, después de 16 años desde que vinierais al mundo, te has convertido en una adolescentes de pleno derecho, con sus pros y sus contras. Creo que eres feliz, inmensamente feliz; todo ello debido, sobre todo, a que te mimamos en exceso (en especial tus padres y hermanas), pero ¿cómo no hacerlo?, eres una sobreviviente, con una fortaleza de espíritu más allá de lo inimaginable. 

Te gusta escuchar, participar y por encima de todo “cotillear” de cualquier tema, en especial si está relacionado con nuestra familia. Tienes un apelativo cariñoso, pero yo te llamo de una forma distinta; sí, no sonrías, ya que a mi mujer le gusta imitarme cuando  te lo digo. También te ríes sin tapujos cuando suelto algún “taco” y me satisface enormemente ver la alegría que inunda tu rostro ante los disparates que podemos decir.  Te gusta jugar imaginándote ser unas veces azafata, médico, enfermera, dentista, realizadora de TV hablándote a ti misma, escondida bajo una manta, mientras la noche comienza a caer. 

Y desde que hace un año me aventuré en abrir una Chinata, eres una seguidora incondicional y aprovechas cualquier ocasión para que tu fisio o alguno de tus amigos o conocidos sepan de mi existencia. Eres la abanderada de estos productos cacereños y por supuesto, a la hora de elegir tienes bien claras tus preferencias a las que seguramente ahora podrás añadir unos preparados nuevos para hacer tortilla de patata. 

Eres única, y no porque tengas parálisis cerebral, si no porque día a día nos demuestras que el valor de las personas se encuentra más allá de lo que podemos ver. Y por eso me gustaría agradecértelo, ya que otros no tenemos la grandeza suficiente para soportar los designios que nos manda esta vida que nos ha tocado vivir.

Un beso muy fuerte