Ya han
pasado 14 años. Aquel que por un momento fue el punto de referencia (el 2000),
se ha visto superado con creces. Este milenio tiene ya 14 adolescentes y
lampiños años. Y como todo buen doncel que se precie, tiene las hormonas
revolucionadas. Nos dicen, nos cuentan, nos declaran, nos manifiestan….nos
engañan, que será un año poco menos que espectacular donde la economía dará un
giro de 180 grados. Tengo la impresión de que las matemáticas no son el punto
fuerte de los políticos, amén de otras ciencias, y donde dicen 180 grados
quieren decir 360, lo que sin lugar a dudas significa que volveremos al punto
de partida; esto es, al cuasi desastre del 2013. Confío en que mis
premoniciones sean erróneas, pero visto lo visto y cómo deambula la clase
política necesitaríamos un cambio radical para empezar a ver un resquicio de
luz al final del túnel. Que sus Señorías se apoltronen en sus escaños (da igual
el color del partido político) con el ánimo de permanecer en el poder sin
apenas mover un dedo, debería convertirnos a los ciudadanos en protagonistas de
una nueva revolución donde la palabra Democracia figure en letras bien mayúsculas.
Es el pueblo el que teóricamente debe ejercer la Soberanía eligiendo a sus gobernantes
y si algo no funciona (que en la actualidad son bastantes cosas) tener la
capacidad indiscutible de poder renovarlos (léase también echarlos o finiquitarlos)
y no sentirnos como meros espectadores de una pantomima en el que siempre
tienen las de ganar los que ejercen el poder. Manipular y facilitar
informaciones sesgadas convierten a nuestros políticos en garantes de su propia
estabilidad, y a nosotros en meras marionetas de los acontecimientos. Sería
necesario alzar la voz y decir “basta ya”. Hasta aquí hemos llegado. A partir
de ahora seremos nosotros, como pueblo, quienes tomemos las riendas de nuestro
destino. Esto, así expresado, parece sencillo. No lo es, entre otras cosas, por
nuestra propia falta de organización y como no, porque hasta que no nos afecta
algo directamente no nos ponemos manos a la obra. Sin embargo, creo que tenemos
la capacidad suficiente de poder convertirnos en autores de nuestra propia
historia.
Hemos dejado
atrás 2013, las Navidades nos han permitido un cierto respiro y transgredir
algunas normas. Pero después de la tempestad viene la calma. Y ahora nos
encontramos de nuevo con la (triste) realidad. Aunque prefiero ser más
optimista y decir sencillamente como un titular de periódico “Bienvenidos a la
nueva realidad de 2014”. Como comentaba anteriormente, quisiera errar en mis
presentimientos y que este nuevo año nos traiga, por fin, la justicia política,
social y personal que tanto estamos esperando.
Feliz vuelta
a la realidad