En mayor o
menor medida nos gusta pensar que el destino juega un papel importante dentro
de nuestras vidas. Sospechamos que es el que nos juega malas pasadas; el actor
indiscutible de nuestros aciertos; el ente que acapara protagonismo de nuestra
fortuna; el maldito cumplidor de nuestras desgracias. Sea como fuere, pensar en
él nos transmite la tranquilidad (o inquietud) de lo que escapa directamente a
nuestro control. Si tenemos la fortuna de escapar de un accidente, pensamos que
el destino estaba ahí para evitarlo, y muy al contrario, si tenemos la dicha de
que la fortuna nos toque con su varita mágica tendemos a pensar que ha sido él
el que nos ha otorgado tan grata satisfacción. Pero ¿existe realmente el
destino, o es solo nuestra superchería la que nos hace confiar tanto en él? Soy
de la opinión que tanto el destino como nuestra suerte viene configurada por
nuestra forma de ser, de actuar, de decidir; por nuestro libre albedrío. La
suerte, la imaginación, la inspiración, no creo que sean fruto de la
casualidad, sino más bien de nuestro saber hacer, de nuestro esfuerzo, de un
trabajo constante. El destino lo configuramos nosotros mismos dependiendo de
las decisiones que tomemos en cada momento. Comprendo que haya voces críticas
que piensen que todo en esta vida está escrito de antemano, ante lo cual me
atrevería a preguntar, si es así, ¿somos meras marionetas del rumbo prefijado?,
o en todo caso, hagamos lo que hagamos, digamos lo que digamos, actuemos como
actuemos ¿tanto dará, ya que estamos predestinados a nuestro designio? En mi
opinión, el inconformismo es una de las características principales del ser
humano; tanto es así, que el avance tecnológico, cultural y social ha alcanzado
cotas inimaginables, aunque visto el panorama actual y el descontento social
estamos contemplando un retroceso (¿o quizás es un avance?) en todos los
ámbitos de la vida.
Hace unos
días, un personaje público bastante conocido (no diré si actor, político,
periodista… ya que nuestra máxima es preservar la intimidad de todos los
clientes) se encontraba en nuestra oleoteca y estuvimos hablando largo y
tendido sobre este tema. Se sumaron algunas personas más que en ese momento se encontraban
también en el establecimiento. Evidentemente, hubo posturas encontradas, todo
ello en un ambiente relajado y muy agradable. Diré que hubo casi un 50% a favor
de considerar el destino como algo fútil y otro 50% que pensaba que el destino
ya nos viene marcado. De cualquier forma, la conclusión más positiva de esta
conversación fue el intercambio de opiniones, todo ello “regado” con una
pequeña cata de aceite y un vaso de buen vino.
En
definitiva, he de decir que no sé si el destino es algo predeterminado o no,
pero que sin embargo, dio lugar a una conversación de lo más interesante y
afable entre las personas que estábamos aquí. Con esto quiero insistir en que
nuestra oleoteca no sólo es un lugar en el que se venden aceites y demás
productos Gourmet, si no que queremos que se constituya en lugar de encuentro
entre diversas opiniones y grupos dispares de gente en el que se pueda
compartir, no solo un rato agradable sino también una forma de entender la
vida.