viernes, 8 de febrero de 2013

San Valentín...Díselo con el corazón (o con nuestros bombones)



Muchas culturas, entre ellas la Celta, la Griega, la Romana o la Egipcia, pensaban que el corazón era el centro de las emociones, del valor, de los sentimientos. Platón consideraba que teníamos dos almas, una inmortal que residía en la cabeza y la otra mortal que se hallaba en el corazón en la cual se asentaban los sentimientos; sin embargo Aristóteles concluyó que las dos almas habitaban en el corazón. En cuanto a su forma actual de representarlo como forma del amor, la idea menos romántica lo sitúa como una manera algo infantil de dibujar el corazón humano. De cualquier forma y dada la tendencia que tenemos de movernos a través de la simbología, la asociación que hemos hecho de un corazón con la parte sentimental es evidente. Y así, cuando alguien altruistamente es muy desprendido y solidario solemos decir que tiene un “corazón de oro” y de forma inversa si una persona se muestra de manera despiadada decimos que tiene un “mal corazón”. Trasladándolo al plano amatorio, somos capaces de “entregar nuestro corazón” a la persona amada, aunque a veces, ésta, sea capaz de “rompérnoslo”. Sea como fuere, lo cierto es que amor y corazón van íntimamente ligados (y nunca mejor dicho), aunque he de reconocer que otras vísceras juegan un papel importante y si no que se lo digan a nuestro estómago, eterno sufridor del revoloteo de mil mariposas recorriéndolo cuando estamos enamorados.

Y es que el amor tiene la mala costumbre de dejar a nuestro cuerpo “fuera de juego”, empezando, por supuesto, por nuestro corazón, que es capaz de pasar de ser una simple campanilla a convertirse en un auténtico tam tam desbocado. O esos suspiros a destiempo, acompañados de una mirada perdida hasta el infinito (y más allá); por no hablar de la elasticidad temporal. Hay que ver cómo se estira el tiempo cuando estás deseando que llegue una hora y como es capaz de encogerse cuando deseas  que no pase. Pero qué sería de nosotros, “pequeños humanos” sin ese sentimiento. El amor nos idiotiza, pero a la vez nos da la fuerza suficiente para acometer todo tipo de empresas. Así, nos gusta comportarnos delicadamente con la persona amada; tener detalles, aunque sean pequeños, para recordarles que continuamente les “llevamos en el corazón”.

Desde nuestra Oleoteca te queremos ayudar y te proponemos desde esa botellita de aceite, o los packs de jabones, los bombones con aceitunas o los bombones de aceite de oliva, hasta las cestas con cualquiera de los productos que quieras elegir. Por supuesto, no nos olvidamos de que quieras sorprender a tu pareja con una original cena romántica, para lo cual podrás escoger entre 21 variedades distintas de patés, o nuestros platos preparados, como las carrilleras de buey, el cochinillo o la pierna de cordero, o cómo no, nuestras pastas italianas con una magnífica salsa de pesto; y para el final de la cena algo tan dulce como vuestro amor, unos bombones, chocolate, o esas cremas de cacao untadas en regañás.

Esperamos que tengáis un estupendo, magnífico y feliz día de San Valentín…aunque en el amor, cada día (y el día a día) es el verdadero regalo.

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