
Muchas
culturas, entre ellas la Celta, la Griega, la Romana o la Egipcia, pensaban que
el corazón era el centro de las emociones, del valor, de los sentimientos.
Platón consideraba que teníamos dos almas, una inmortal que residía en la
cabeza y la otra mortal que se hallaba en el corazón en la cual se asentaban
los sentimientos; sin embargo Aristóteles concluyó que las dos almas habitaban
en el corazón. En cuanto a su forma actual de representarlo como forma del amor,
la idea menos romántica lo sitúa como una manera algo infantil de dibujar el
corazón humano. De cualquier forma y dada la tendencia que tenemos de movernos
a través de la simbología, la asociación que hemos hecho de un corazón con la
parte sentimental es evidente. Y así, cuando alguien altruistamente es muy
desprendido y solidario solemos decir que tiene un “corazón de oro” y de forma
inversa si una persona se muestra de manera despiadada decimos que tiene un “mal
corazón”. Trasladándolo al plano amatorio, somos capaces de “entregar nuestro
corazón” a la persona amada, aunque a veces, ésta, sea capaz de “rompérnoslo”.
Sea como fuere, lo cierto es que amor y corazón van íntimamente ligados (y
nunca mejor dicho), aunque he de reconocer que otras vísceras juegan un papel
importante y si no que se lo digan a nuestro estómago, eterno sufridor del
revoloteo de mil mariposas recorriéndolo cuando estamos enamorados.
Y es que el
amor tiene la mala costumbre de dejar a nuestro cuerpo “fuera de juego”,
empezando, por supuesto, por nuestro corazón, que es capaz de pasar de ser una
simple campanilla a convertirse en un auténtico tam tam desbocado. O esos
suspiros a destiempo, acompañados de una mirada perdida hasta el infinito (y
más allá); por no hablar de la elasticidad temporal. Hay que ver cómo se estira
el tiempo cuando estás deseando que llegue una hora y como es capaz de
encogerse cuando deseas que no pase.
Pero qué sería de nosotros, “pequeños humanos” sin ese sentimiento. El amor nos
idiotiza, pero a la vez nos da la fuerza suficiente para acometer todo tipo de
empresas. Así, nos gusta comportarnos delicadamente con la persona amada; tener
detalles, aunque sean pequeños, para recordarles que continuamente les “llevamos
en el corazón”.
Desde
nuestra Oleoteca te queremos ayudar y te proponemos desde esa botellita de
aceite, o los packs de jabones, los bombones con aceitunas o los bombones de
aceite de oliva, hasta las cestas con cualquiera de los productos que quieras
elegir. Por supuesto, no nos olvidamos de que quieras sorprender a tu pareja
con una original cena romántica, para lo cual podrás escoger entre 21
variedades distintas de patés, o nuestros platos preparados, como las
carrilleras de buey, el cochinillo o la pierna de cordero, o cómo no, nuestras
pastas italianas con una magnífica salsa de pesto; y para el final de la cena
algo tan dulce como vuestro amor, unos bombones, chocolate, o esas cremas de
cacao untadas en regañás.
Esperamos
que tengáis un estupendo, magnífico y feliz día de San Valentín…aunque en el
amor, cada día (y el día a día) es el verdadero regalo.